LA CURRUCA Y LAS MIJITAS
Muy buenos días a todos los presentes. Soy la Curruca, no sé si me recordaréis. Sí, la misma de pelo dorado y muslos de nata entre los que perdió el virgo el pirata Juan Cantueso. La que le enseñó las posturas más gustosas y la que tenía curvas como caminos de arena y como montes que solo existían en su imaginación de hombre de mar.
“Po” nada, otra vez aquí en Cádiz, en la ruta de estos locos por la obra de Quiñones, el que dio vida a mi pirata, aquel que supo reflejar en sus novelas y poemas todo el arte y la luz de Cádiz. Y hoy lo hago no en el Callejón de los Piratas, como hace un par de años, sino aquí, en la calle Ceballos y en el Mentidero, en un sitio que se hizo eco de la obra de Fernando: el Diario de Cádiz.
Yo no sé leer, y siempre he pensado que ni falta que me hace. Para vender mis carnes blancas y abundantes, para transacciones con los señores principales o con golfos pendejos de parches en el ojo y pata de palo no me hace falta juntar la eme con la a. Con saber que no me dan una moneda de menos, o que ese tío bruto lo es solo de apariencia y no me pegará una paliza cuando estemos encamados, me basta y sobra. Pero hoy sí me gustaría. Hoy que estoy aquí, en el viejo Diario, algo tan gaditano como Fernando y su obra, sí que quisiera saber juntar las letras para conocer qué decía Quiñones en sus mijitas.
A mí me han dicho que de toda la vida de Dios las mijitas del freidor son esas menudencias, auténticas exquisiteces, que los señores ricos que me compran nunca gozarán, primero, por vivir en la época que nos tocó, y después, aunque eso hubiera sido posible, por su desprecio a las cosas sencillas. Cuántas veces la Curruca ha querido saltar de sus tiempos a los de ahora para saborear en su boca estas maravillas de a duro el cartucho (¿qué será eso de un duro?). Y también la Curruca quisiera haber sabido leer para disfrutar en sus ojos avellana de esos trocitos de Cádiz que Fernando publicaba en el Diario. Lástima de haber nacido en otra época y no ser real (ay qué pena, sobre todo eso, no ser real) sino otro personaje parido por los dedos de Quiñones. Esta que está aquí y que ahora os habla a los presentes se hubiera “jartao” de mijitas del freidor. De las de cazón en adobo y de las otras: de las cositas de nuestra ciudad, el Cai de Fernando y el mío, el de la Curruca.
©Belén Peralta, marzo de 2017