LA primera vez que le vi fue en La Caleta, con un bañador hortera, de esos del Piojito. Era la imagen de un hombre espigado, tirando a Quijote, que recogía papeles y botellas mientras paseaba por la arena en una época en la que la palabra ecología aún no estaba en el vocabulario de la mayoría de los gaditanos ni mucho menos en el de los caleteros. Poca gente allí sabía que se trataba de un escritor de renombre. A muchos les parecía un excéntrico por recoger lo que otros tiraban con esa costumbre tan gaditana de pensar que por hacer eso ya cobran otros.
En pleno verano, cuando pocos piensan en cultura con mayúsculas, él organizaba en el Club Caleta conferencias sobre distintos asuntos, mayoritariamente de literatura. Entre el peculiar público que allí se reunía andaba yo, que en esa época le llegaba a la cintura.
Años después, fui a que me firmara el libro La Canción del Pirata y me lo adornó con su particular firma, la mojarrita de tres colores.
En pleno verano, cuando pocos piensan en cultura con mayúsculas, él organizaba en el Club Caleta conferencias sobre distintos asuntos, mayoritariamente de literatura. Entre el peculiar público que allí se reunía andaba yo, que en esa época le llegaba a la cintura.
Años después, fui a que me firmara el libro La Canción del Pirata y me lo adornó con su particular firma, la mojarrita de tres colores.
Por Paloma García en Diario de Cádiz. Pincha aquí.
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