LIBRE DIRECTO
Siete años
No, no y no. No sólo era un buen escritor. Me refiero a Fernando Quiñones. Me revienta la imagen tópica y blandita de “aquel gran escritor y gaditano”.
Ni se cumple aniversario, ni están a la vista exhumaciones literarias, ni hay asomo de necrofilia: parece que fue antesdeayer, pero hace casi siete años que se murió, y también me he acordado de él. Fernando ya no está aquí, pero debería estar. Los gaditanos nos lo merecemos y la ciudad lo necesita. Cádiz precisa de aquel tipo incómodo, aquel testigo tan poco complaciente, que no se arrugó ante la vida y que le cantó las cuarenta a los/las poderosos/as de cuello duro y cara aún más dura.
¿Qué pensaría Fernando Quiñones de lo que ha pasado en su ciudad en estos siete años? Fernando detestaba el concepto “gadita”; hoy se ha sacralizado, junto a algunas bobadas aldeanas como esa de que los gaditanos nacen donde quieren y otras de ese nivel intelectual. Fernando opinaba –y eso le causó más de un disgusto– que si las energías que Cádiz empleaba en fiestas locales (no especifico por precaución) las usara en favorecerla de verdad y no de boquilla y con grandes aspavientos, otro gallo nos cantaría. Hoy el gallo sería el mismo pero con gripe aviar. Fernando no pudo ver realizada su ilusión humanista de la ciudad mancomunada de la Bahía. Ni ahora, ni cuando las ranas críen pelos. Mientras, los/las poderosos/as de cuello duro y cara pétrea se han puesto fanegas; es lo que tiene la buena vida.
Lo que parecía inverosímil e imposible, se acaba convirtiendo en monstruosa realidad. Sobre todo si se va imponiendo poquito a poco, gradualmente, de modo que a aquel que dio los primeros gritos de alarma se le acusó de aguafiestas, de catastrofista o de poca “gaditanía” (el término es de lo más paleto que se despacha).
Se corre el riesgo, me dice Fernando al oído, que lo que ha sido tu tierra se convierta tan sólo en tu lugar de nacimiento. ¿Qué pensaría Fernando del electroencefalograma plano de su ciudad? ¿Qué opinaría de su dócil y aborregada vida pública? Él, que se hizo escritor por puro sentido de justicia, que estuvo más allá de la corbata, los canapés, los fastos y también de la vanidad, que es la versión cutre de la soberbia legítima de todo escritor. Un día me dijo: “mira Pepela, el que escribe pa comer, ni come ni escribe”.
Fernando flageló a los gregarios, a la pasividad, a los sumisos. Hoy hace falta para que sacuda la caspa a los que ridiculizan la cultura como algo aburrido y elitista, a los que creen que la cultura es un Ministerio, a los que confunden pueblo con muchedumbre, a los que tienen la cultura como asignatura maría de los programas electorales, a los que se han olvidado que cultura es construcción social...
Hoy hace falta Fernando Quiñones. Que además era un gran escritor.
José Pettenghi Lachambre
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